Durante estos días previos al 1 de noviembre los escaparates y la publicidad se encargan de proclamar la llegada de Halloween mientras que la Coferencia Episcopal Española nos invita a disfrazarnos de santos. ¿Por qué ese enfrentamiento?.
La palabra Halloween proviene de la expresión inglesa All Hallow´s Eve, que quiere decir Víspera de todos los Santos. Ya en la época celta, al término de la temporada de las cosechas y comienzo de la estación oscura se celebraba una fiesta en la que creían que la línea entre el mundo de los vivos y el de los muertos estaba más cerca y por tanto, los muertos podían cruzarla.
Por otro lado, la Iglesia Católica ante el gran número de martirios que se producían, decidió señalar un día en el que se festejara a todos esos mártires, los canonizados y los no canonizados. Fue Gregorio III (731-741) quien señaló el 1 de noviembre como festividad de Todos los Santos y consagró una capilla en la Basílica de San Pedro en honor a ellos.
Los inmigrantes irlandeses en 1840 llevaron a Estados Unidos la tradición de celebrar Halloween y poco a poco se fue arraigando en el país. La fuerza expansiva de las costumbres del país americano hizo que durante los años 80 esta fiesta se fuera extendiendo por otros países occidentales y el poder de los medios de comunicación y del consumismo hace que no sólo llegue hasta nuestros días, sino que cada vez se popularice más.
Entre todo este lío de costumbres propias y ajenas, la Iglesia española anima a todos los cristianos a recordar la raíz de esta fiesta y vivir su auténtico significado (afirmamos que creemos en la Comunión de los Santos). Intentemos pues ser imagen de Jesús en nuestras palabras y formas de actuar.
¡FELICIDADES A TODOS LOS SANTOS!