Toda persona pertenece a la humanidad y comparte con la entera familia de los
pueblos la esperanza de un futuro mejor (...) Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad. Se trata
de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas
por muchas razones, que comparten el mismo deseo legítimo de conocer, de tener,
pero sobre todo de ser “algo más” (...) La Iglesia, respondiendo al mandato de Cristo «Id y haced discípulos a todos los
pueblos», está llamada a ser el Pueblo de Dios que abraza a todos los pueblos, y
lleva a todos los pueblos el anuncio del Evangelio, porque en el rostro de cada
persona está impreso el rostro de Cristo. Aquí se encuentra la raíz más profunda
de la dignidad del ser humano, que debe ser respetada y tutelada siempre. El
fundamento de la dignidad de la persona no está en los criterios de eficiencia,
de productividad, de clase social, de pertenencia a una etnia o grupo religioso,
sino en el ser creados a imagen y semejanza de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario