En todos los conflictos humanos: guerras, esclavitud, hambre, maltratos... ellos siempre son los que más sufren porque son los débiles, los pequeños, los nadie. Pero tienen sueños, esperan una mano que les saque de su sufrimiento, una palabra que les siga animando a no perder nunca de vista sus metas, quieren ser ellos los que puedan cambiar este mundo. En todos los problemas de la humanidad hay un niño que sufre y como cristianos no podemos quedarnos indiferentes ante esta situación.
El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado» (Mc 9,37; cf. Mt 18,5; Lc 9,48; Jn 13,20)
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