Jornada larga e intensa por ser la última. Antes de llegar a Cuatro Vientos, Benedicto XVI hacía parada en la Fundación Instituto San José, donde los Hermanos de San Juan de Dios se hacen cargo de personas con deficiencias físicas e intelectuales y personas que precisan cuidados prolongados. Quizás el momento más emotivo del día fue cuando un chico con discapacidad auditiva e intelectual leyó unas palabras ante el Santo Padre. "Mamá siempre me ha dicho que si yo no fuera sordo, no sería como soy" o "gracias a mi familia, al amor que sintieron por mí, aun sabiendo que podía ser un obstáculo para sus vidas, siguieron adelante. Esto nos ha ayudado a superarnos, a no rendirnos nunca" fueron dos de las frases más certeras y bonitas que pronunció este chaval de 20 años, estudiante de arquitectura. Tras el discurso del Papa, llegó otro momento muy bello, cuando chicos con diferentes deficiencias se acercaron para darle varios regalos.
De camino a Cuatro Vientos, las imágenes aéreas ya anunciaban que allí no cabía un alma. Miles de personas esperaban la llegada de Benedicto XVI para celebrar una espectacular vigilia, donde las inclemencias meteorológicas harían estragos. Era el precedente de una larga noche donde los rezos y las canciones imprimirían el carácter festivo. Dormir quedaba reservado para la llegada a casa.
Después de que voluntarios de la organización se pasarán la noche intentado reparar los problemas de megafonía e iluminación que causó la tormenta, a las 9.30 comenzaba la misa de despedida, que se acortaba una hora, puesto que no se pudo repartir la comunión pues la mayoría de las sagradas formas que estaban repartidas por las capillas instaladas, se mojaron durante la noche. Unas 200.000 personas quedaban fuera del acceso al recinto y se tuvo que ampliar con pantallas para que pudieran seguir la misa. Una misa llena de palabras y gestos que rezumaban esperanza y alegría. Y al finalizar entregábamos el testigo a nuestros hermanos brasileños.
Ya sólo queda el encuentro del Papa con los voluntarios y la despedida en Barajas. Pero sería bueno destacar dos cosas: la maravillosa organización de esta Jornada Mundial de la Juventud, que implicó el trabajo y el tiempo de miles de personas que altruistamente lucharon porque todo esto saliera adelante y la fantástica participación de tantos peregrinos, que demostraron que desde la alegría, la paz, el respeto y la fe compartida también se puede cambiar el mundo.
¡BRAVO JMJ MADRID 2011!