sábado, 20 de agosto de 2011

VÍA CRUCIS EN LA JMJ

Jornada intensa ayer en la JMJ. El Papa visitaba a primera hora de la mañana a los reyes, acompañados por sus hijos y nietos, para a continuación llegar al Monasterio de El Escorial donde tenía primero un encuentro con religiosas jóvenes (destacaban por cantidad y sus hábitos de tela vaquera las religiosas de la nueva congregación Iesu Communio, fundada por la hermana de nuestro anterior obispo auxiliar Don Raúl) y más tarde con profesores de distintas universidades españolas. Tras este encuentro Benedicto XVI se reunía con 12 jóvenes representantes de los cinco continentes, para almorzar en un ambiente distendido y agradable. Tras un descanso, mantenía una reunión con el presidente del gobierno.
Casi llegando la noche, tenía lugar quizás uno de los momentos más importantes y emocionantes de esta JMJ, el Vía Crucis. A lo largo de 700 metros en el Paseo de Recoletos, se situaban las tallas llegadas de multitud de ciudades españolas (León, Úbeda, Sevilla, Valladolid, Cuenca, Málaga, Zamora, Murcia, Orihuela, Segovia, Jerez, Granada y Madrid). Parecía una Semana Santa en pleno Agosto. Mientras la cruz regalada por Juan Pablo II era portada por jóvenes de estación en estación, se leía el texto del Vía Crucis compuesto por las Hermanas de la Cruz. Un texto sencillo que nos dejó reflexiones como: ¡Qué im­por­tante es para los cristianos des­cu­brir lo que pasa a nuestro al­re­dedor, y tomar con­ciencia de las per­sonas que nos necesitan!; Jesús en la cruz acoge el su­fri­miento de todos los que viven cla­vados a si­tua­ciones dolorosas; ante el drama de tantas per­sonas cru­ci­fi­cadas por di­fe­rentes dis­ca­pa­ci­dades, ¿lucho por ex­tender y proclamar la dig­nidad de la per­sona y el Evangelio de la vida?; ha­cemos me­moria del dolor y la so­ledad de tantos pa­dres y ma­dres que han per­dido a sus hijos por el hambre, mien­tras so­cie­dades opu­lentas, en­gu­llidas por el dragón del con­su­mismo, de la per­ver­sión ma­te­ria­lista, se hunden en el nihi­lismo de la va­ciedad de su vida.
De esta larga jornada destacaría una frase pronunciada por el Santo Padre durante el Vía Crucis:
NO PASÉIS DE LARGO ANTE EL SUFRIMIENTO HUMANO

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