¡Que tristes se debieron quedar los amigos de Jesús cuando les dijo que tenía que irse al cielo!. Hasta entonces, Jesús había sido su compañero, su maestro, su confidente, su pastor y cuando él se va se sienten abandonados y perdidos. Pero Jesús les dice:
Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Y así cada día de nuestra vida nos acompaña el Espíritu y nos regala sus dones: SABIDURÍA, INTELIGENCIA, CONSEJO, FORTALEZA, CIENCIA, PIEDAD y TEMOR DE DIOS. Muy pocas veces nos acordamos de él, pero cada vez que practicamos la paz, la modestia, la bondad, la paciencia o la caridad está obrando en nosotros la fuerza del Espíritu Santo, esa fuerza que Jesús nos dio para que cada día sigamos siendo testigos comprometidos de sus palabras y obras.
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