Hace unos días lo anunciaba la tele: "está a punto de nacer el habitante siete mil millones". Pronosticaban que sería el lunes día 31 de octubre y no se equiavocaron. Porque ayer, en Filipinas (aunque Rusia e India también se disputan esta distinción), nacía Danica Camacho, la que se supone es el habitanate 7000 millones. Tan sólo hace poco más de una década, en 1999, dábamos la bienvenida al 6000 millones. Eso indica que la población mundial crece a un buen ritmo, aunque los expertos dicen que en poco tiempo se estancará.
Pero, ¿qué futuro le espera a Danica y a todos los niños que nacen en este tiempo? Pues lamentablemente el futuro es preocupante. A la velocidad que crece la población, crecen también las desigualdades. Parece curioso que mientras cada vez más gente vive en la pobreza y aumenta el índice de mortalidad por enfermedades curables, los países cada vez invierten más dinero en armas y con grandes avances en medicina cada vez se mueren más mujeres dando a luz o niños bebiendo agua sucia. Estas son las contradicciones de éste que llamamos "nuestro mundo". Mientras nosotros vivimos cómodamente (a pesar de eso que llamamos crisis) miles de personas lo pasan realmente mal (y no hablamos de no poder ir a tomar una sidra porque estamos a final de mes).
En el 2000 los 192 países miembros de la ONU, acordaron que antes del 2015 conseguirían los 8 Objetivos de Desarrollo del Milenio. Ni siquiera uno hemos sido capaces de alcanzar y encima algunos han empeorado con respecto al 2000. Eso indica lo poco que nos importa nuestro mundo y nuestros hermanos que lo habitan.
Quizás a la generación de los 7.000 millones de habitantes le importe cuidar un poco más de los otros.
Quizás a la generación de los 7.000 millones de habitantes le importe cuidar un poco más de los otros.
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